¿EL ÉXITO DE QUE DEPENDE?
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30 de noviembre de 2021Existen infinidad de estudios y teorías sobre qué factores influyen en la inteligencia de una persona. Bien, pues parece ser que la genética y el paso del tiempo son dos factores que influyen de forma importante en nuestra inteligencia, y por tanto en nuestro coeficiente intelectual.
El cociente intelectual es una medida de la inteligencia. Se obtiene calculando la edad aproximada a la que la mayor parte de los sujetos es capaz de resolver un determinado problema y se relaciona con la edad real del sujeto.
El coeficiente intelectual o cociente intelectual, es una cifra con la que medimos la inteligencia de cada persona. Para conocer esta cifra se realizan unas pruebas en las que se mide, por una parte, la edad mental y por otra, la edad cronológica, y a partir de estos datos se calcula el coeficiente intelectual
Para medir el cociente intelectual se suelen plantear una serie de pruebas en las que se incluyen problemas de todo tipo: de lenguaje, espaciales, matemáticos, lógicos, etc. Los resultados obtenidos se valoran con respecto a los resultados obtenidos en una determinada población, teniendo en cuenta su edad cronológica y las limitaciones madurativas de esta.
El cociente intelectual es solo un número que nos sirve para comparar el resultado que se ha obtenido con la medida de una población de una determinada edad. De esta forma, podemos determinar si el coeficiente intelectual está en unos valores que consideramos estándar, si destacamos o si, por el contrario, nos cuesta un poco más que al resto de personas de la misma edad.
Aunque hay diferentes pruebas para saber el cociente intelectual, se suele utilizar uno de los test más conocidos: las escalas Wechsler.
La prueba, está dividida en cuatro tipos de ejercicios que nos ayudarán a medir:
- La comprensión verbal.
- El razonamiento perceptivo.
- La memoria operativa.
- La velocidad de procesamiento.
Las características de la prueba para adultos son similares a las realizadas a los niños, aunque se añaden algunas pruebas que proporcionan información complementaria para su análisis posterior.
Está comprobado que, durante los primeros años de vida, tener una buena genética con respecto a la inteligencia importa poco. Es más, todos los estudios apuntan a que antes de que comience la educación primaria, la diferencia entre el nivel intelectual de los niños es muy poca.
Sin embargo, sí se notó un gran cambio de hasta un 20 % de incremento, en determinados niños al llegar a primaria. Tras estudiar en qué se diferenciaban estos niños del resto de compañeros de su edad, los psicólogos advirtieron dos cosas que fueron determinantes en esta diferencia de resultados.
Por una parte, estaba el componente genético, ya que la mayoría eran fruto de progenitores con altos cocientes intelectuales y, por otra, incluso más importante que la anterior, porque sus padres se involucraron desde su nacimiento en su desarrollo intelectual.
Podemos medir la longitud de algo, su volumen o su peso con relativa facilidad. No obstante, cuando hablamos de inteligencia, la cosa se complica ya que no se trata de algo físico sino más bien subjetivo. Es necesario elaborar mecanismos y técnicas que nos permitan observar dicho atributo y obtener una puntuación a partir de la cual poder trabajar. En el caso de la capacidad cognitiva, se emplea el cociente intelectual.
Se entiende como inteligencia aquella capacidad o conjunto de capacidades a través de las cuales somos capaces de adaptarnos correctamente y de la forma más eficiente al entorno. De manera que, gracias a ella, somos capaces de analizar, interpretar y ajustar nuestro comportamiento según nuestras metas y recursos, y resolver problemas entre otras cosas.
Aunque la inteligencia es difícil de delimitar en ciertos aspectos, como por ejemplo, si es modificable o no, se trata de una de las aptitudes más valorada en todo el mundo.
Debido a su utilidad a la hora de permitirnos adaptarnos de manera eficiente y a la diferencia que existe entre unos y otros, surgió la necesidad de valorar la capacidad intelectual. Esto nos permite, entre otras cosas, adaptar los programas educativos a las capacidades de los alumnos.